La historia se toma sus pequeñas venganzas

La democracia venezolana marcha a tientas hacia un futuro incierto. -No, ya estamos en él.

Por mucho tiempo los venezolanos perdimos el sentido de lo trágico, la percepción de lo transitorio, la experiencia de la decadencia. -Si, y lo llaman «Socialismo del Siglo XXI».

La petrodemocracia ha dejado llegar las cosas a un punto tal que ya Venezuela vive una especie de situación prerrevolucionaria, situación que presagia grandes convulsiones, y que en todo caso no permite vislumbrar un destino mejor. -Cierto, estamos en «Revolución» y «Bolivariana» desde hace 14 años.

En medio del desorden, una sociedad ni corrige injusticias, ni se desarrolla, ni se civiliza. Al contrario, echa constantemente hacia atrás. -Cierto, ahora somos «los guerreros del teclado», «unos infiltrados».

Venezuela el orden político es precario, y la protección que el Estado concede a la seguridad personal, a los bienes y a las esperanzas del ciudadano es mínima. -Si, y con una proyección de 32.000 asesinatos para el 2016.

Venezuela no está en camino de convertirse en una nación desarrollada; más bien, por el contrario y a la manera del cangrejo, marcha hacia atrás, dando tumbos por la vía de la degradación social. -No hay equívoco en ello, ya hay una sociedad degrada, no hablar de sus dirigentes.

La mayoría de los diversos actores de nuestra política se mueven por motivaciones instrumentales, que en conjunto generan una crecientemente aguda irracionalidad global, empujando al país, no sin cierto macabro deleite, hacia el abismo de la decadencia. -¿Alguna duda?

dialogo-por-la-paz-en-venezuela3-1000x666.jpgTodo ésto en medio de un agudo odio, de un palpable resentimiento, de una vocación centrada en denunciar, perseguir y castigar a diestra y siniestra, ciegamente, pasando y cobrando facturas reales o imaginarias, escarbando la tierra para encontrar chivos expiatorios que expliquen lo que, en verdad, no es sino el fruto de la mayor o menor irresponsabilidad y miopía de todos. Por ese rumbo Venezuela sucumbirá inexorablemente bajo el peso de las fuerzas de la disolución. -Pero «debemos esperar el Referendo Revocatorio» en algún año próximo y seguro, eliminaremos a las fuerzas de la disolución o dejaremos de emigrar.

Sin embargo, hoy tenemos el diagnóstico, ya conocemos la enfermedad, el virus que la provoca y es letal. Llegó a través de un agente infeccioso a Cuba. Estuvo en el Caribe hace más de 50 años, en América, e incluso en Venezuela. Pero nuestro cuerpo sanitario de «hombres de bata verde» lo combatieron con el mejor tratamiento para estos casos: Las armas. Pero ahora hubo un nuevo brote en nuestro país, se extendió con facilidad debido a las condiciones precarias del cuerpo democrático.ob_1b869f_0014782338.jpg

La cepa de este virus provino de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas -la URRS-.285346_15354_1.jpg Este virus se volvió resistente al antibiótico democrático. No hubo vacuna previa, teníamos otras patologías que sirvieron para socavar a nuestro sistema inmune dejándolo expuesto, como la infección del personalismo, el militarismo y el paternalismo. Está descrito en los manuales de medicina capitalista desde 1922: ¿Hace casi un siglo! Y seguimos esperando al Mesías democrático, al Chamán que nos cure. Anhelamos al «¡hombre fuerte que arregle esta vaina!».

No queda más remedio que releer y tomar al pie de la letra lo descrito en uno de estos manuales sobre las enfermedades políticas, escrito por un doctor -víctima de tal virus- y que lo ha identificado y aislado para nosotros. Fechado en 1991, en su última edición, leemos:

Un régimen político autocrático, pero, sobretodo, totalitario, según el modelo soviético, conduce inexorablemente a aislar a los gobernantes de su propio pueblo. La inexistencia de instituciones deliberadamente democráticas y plurales hace imposible el diálogo con la nación. El gobernante no oye sino su propia voz, reproducidas en parlamentos monocolores, que se reúnen unos pocos días al año para aprobar -siempre por unanimidad lo que ya los Jefes, cuando no el Jefe- han decidido. Entre gobierno y nación no existe feedback. Entre la cúpula y la base del pueblo no existen mediaciones institucionales que hagan un canal de doble circulación la comunicación entre ambos. Si a esto se añade la estandarización y uniformización absoluta de los medios de comunicación se logra entonces la desarticulación de la opinión pública. Ésta, como fuerza operativa de la sociedad, deja de existir. Se hace clandestina. A su vez, la regimentación de la vida cultural ahoga el papel crítico que, por lo general, es propio de la intelectualidad. Con ello el sistema pierde una de sus más importantes vacunas contra la esclerosis. La intelectualidad o bien se hace conformista, o bien se «exilia» dentro del propio país o bien se va de él. O inventa el samizdat, y cual oscuro topo va alimentando el espíritu que de pronto produce los estallidos «primaverales».

El sistema crea un mecanismo realmente diabólico para oprimir, más que reprimir, a la sociedad. La divide en compartimientos estancos, en alvéolos. Cada quien en su «cubículo» social, sin comunicación horizontal con los demás, sin debate nacional, es fácilmente manipulado por el Poder. Parece un escenario Orwell, pero no lo es. Y si a esto se suma la superposición de la policía política sobre todas las organizaciones del Estado y de la vida social y la utilización, ya sistemática, ya selectiva, del terror, termina, entonces, los altos oídos por oír sólo lo que quieren oír. Porque su entourage rápidamente comprende que al oído supremo no le gusta oír lo que no le gusta. Se establece así un círculo vicioso que va dejando al vértice dirigente prisionero del propio miedo que inspira. La adulación -y su natural derivación, el culto a la personalidad, el endiosamiento de los dirigentes- se transforma en la atmósfera permanente de la distante galaxia donde moran los grandes jefes.

El primer Estado socialista (la URRS) -o que se definía como tal- dio origen a una institucionalidad política cerradamente dictatorial y autocrática, caracterizada por el partido único, por la subordinación de toda la vida social a ese partido, por la confusión de éste con el Estado, por la asfixia de toda forma de acción política o cultural que no sea la autorizada y manipulada por el partido único, por la supresión de los derechos civiles y políticos democráticos, por el monopolio partido-estatal de los medios de comunicación, por la desarticulación de la opinión pública, por la reducción del Estado a sus órganos ejecutivos, atribuyendo una función meramente decorativa a los cuerpos deliberantes a través de los cuales debía, supuestamente,  realizarse la voluntad colectiva -aquellos legendarios «soviets» o concejos depositarios de  «todo el poder» y los tempestuosos días del Año 1 de la Revolución.

Descripción de la enfermedad que padecemos los venezolanos. El virus estuvo seropositivo desde 1945 cuando fue detectada esta enfermedad por primera vez en Venezuela, para luego transformarse en el síndrome comunista adquirido que padecemos, y nuestras defensas ya no producen los anticuerpos democráticos. Los venezolanos esperamos un tratamiento para esta enfermedad que alcanza el nivel de pandemia. Mientras tanto los voluntarios democráticos seguiremos leyendo los trabajos de los científicos pioneros, en especial los de los venezolanos Aníbal Romero y Teodoro Petkoff, entre otros, y seguiremos investigando hasta descubrir la vacuna y el tratamiento hasta acabar con tan terrible flagelo de la humanidad: El comunismo.

 

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